Cumbre de la Niña: el matrimonio antes de los 18 años arruina la infancia de 700 millones de niñas
Post de Sara Collantes Mateos, responsable de Políticas de Infancia y Desarrollo UNICEF España
Este post fue publicado originalmente en Euractiv.es el 22 de julio de 2014
Ayer se celebró en Londres la Cumbre de la Niña.
Un gran número de organizaciones, responsables políticos, expertos y activistas se dieron cita para dos cosas: dar a conocer la tremenda realidad que tienen que afrontar cada día millones de niñas en el mundo, solo por ser niñas, y lanzar una llamada a la acción.
Gloria Tia, de 17 años, vive en Ghana. Se ha escapado tres veces para evitar casarse a la fuerza. La primera con 10 años, la edad que tienen en España las niñas que hacen la Primera Comunión. Es fuerte esto.
Matrimonio infantil: Níger a la cabeza en incidencia
Aunque el matrimonio infantil también afecta a los niños, las niñas tienen un riesgo mucho mayor. 700 millones de mujeres en el mundo se casaron antes de los 18 años. 250 millones (más de 1 de cada 3) lo hicieron antes de los 15. África Subsahariana y Sur de Asia se llevan la palma y Níger está a la cabeza, con una incidencia del matrimonio infantil del 77%. Una cifra para resaltar en negrita. En Centro América y Caribe también hay muchos casos. El porcentaje en Nicaragua y República Dominicana supera el 40%.
En este terreno, hay que hablar muy claro y sin eufemismos. Obligar a una niña a casarse antes de los 18 es una violación de sus derechos fundamentales y tiene consecuencias de por vida. Con todas las letras.
Como pasa con el trabajo a edades tempranas, el matrimonio es un auténtico “destruye infancias”. Las niñas cambian el rincón de juegos por la cocina, los libros por los bebés, su príncipe azul por un señor mayor desconocido y sus sueños de futuro por un embarazo no deseado.
De repente un buen día tienen que despedirse de sus compañeros de clase para casarse con hombres que podrían ser sus padres o sus abuelos. Dicen adiós a la luz y las oportunidades de futuro para encerrarse entre cuatro paredes y comenzar una vida sin aire, aisladas del mundo y asumiendo tareas propias de la edad adulta.
Las niñas casadas suelen tener una carga pesada de responsabilidad domésticas a la par que no tienen poco o nada que decir en las decisiones familiares y personales.
En los países más pobres, se juegan incluso la misma vida. Las complicaciones derivadas del embarazo y del parto antes de que el cuerpo alcance la madurez, constituyen la causa principal de fallecimiento de niñas entre 15 y 19 años, les arroja en las garras de la fístula obstétrica y comprometen su estado nutricional y su desarrollo. Si se casan a corta edad, tienen también un riesgo mayor de ser víctimas de violencia doméstica y de contagiarse de VIH.
Sus bebés tampoco lo tienen mucho más fácil para sobrevivir y crecer con normalidad. Muchos no pesan ni dos kilos y medio cuando nacen.
matrimonio infantil: ¿hay padres que quieren esto para sus hijas?
Aquí hacen falta matices. Es verdad que en la mayoría de los casos los padres son los malos de la película, ¿pero 700 millones de padres “malvados”? Con estas cifras estamos obligados a preguntarnos qué hay detrás de todo esto.
Hay razones de todo tipo. Hasta hay padres que lo hacen para proteger a sus hijas de repetidas agresiones sexuales en los conflictos. Pero la gran mayoría tienen que ver con la pobreza y la falta de acceso a la educación de las niñas y sus familias. La probabilidad de que las niñas con escasa educación o sin ella se casen es hasta seis veces mayor que en el caso de las niñas que reciben educación secundaria. La escolarización favorece que las niñas sean vistas como niñas y las integra en un espacio de relaciones en el que se expresan y aprenden a cuestionar normas sociales.
La única herencia que reciben de sus familias muchos niños del mundo es la pobreza y las niñas son una pieza esencial para conseguir que esto deje de ser así. Está demostrado que las mujeres que han sido niñas cuando tenían que serlo y tuvieron la oportunidad de ir a la escuela, alimentan y cuidan adecuadamente a sus familias, valoran que sus hijos se eduquen y están preparadas para participar plenamente en la vida social, social y política de sus comunidades y países.
Gloria Tia vive ahora en un internado. Gracias a su coraje y a los apoyos recibidos por organizaciones locales y UNICEF no ha renunciado a su sueño de estudiar y llegar a ser matrona. Es adolescente, pero tiene muy claro que terminará el colegio porque quiere contribuir a cambiar las cosas en su pueblo. Prosperidad, educación, igualdad, oportunidades. Solo así podremos evitar que a las niñas se les siga arrancando de cuajo su infancia.
La historia de Gloria no es la única. Las cosas están cambiando, aunque no en todos los países. Cada vez hay más leyes que prohíben el matrimonio infantil y campañas de sensibilización dirigidas a padres y comunidades. La tasa de escolarización ha crecido y los incentivos económicos a las familias para que no se vean “obligados a casar a la niña” están arrojando resultados muy positivos. Pero no basta. Hay que seguir compartiendo soluciones, fortaleciendo relaciones y definiendo una estrategia global con suficientes recursos para acabar con esta práctica en todo el mundo y para siempre.
Yo tuve una infancia feliz, por eso la añoro a veces. Hay quienes no la añorarán jamás y quienes todavía están a tiempo de no perderla. Es tarea de todos.