La pobreza infantil necesita un Pacto de Estado
"La crisis es que no tenemos mucho dinero, no tenemos mucha comida, pedimos a amigas de mi madre que nos den ropa" (9 años). “En casa nos faltan cosas que antes veía mucho, como los refrescos y más cosas” (8 años). "Me afecta en que cada día estoy más triste. A mi familia en que cada día tienen más problemas con los bancos" (8 años). "Ya no me compran juguetes, mis padres discuten porque no tienen dinero" (9 años). Estos son algunos ejemplos de testimonios de niños y niñas a los que se ha preguntado por la crisis y su impacto en sus vidas.
Sus palabras conscientes y responsables entroncan con muchos
acontecimientos que, en los últimos meses, están poniendo a losniños, niñas y adolescentes en el foco de las
preocupaciones sociales. El último de ellos es la
detección por las organizaciones sociales y las administraciones
públicas de un número creciente de casos defamilias que tienen problemaspara atender adecuadamente la alimentación de sus
hijos.
Este tema, aun siendo grave y capaz de movilizar la conciencia
social como pocos, no es un hecho aislado, sino un síntoma (aún por
cuantificar en la mayoría de los casos) del progresivoempobrecimiento de los hogares enEspaña, con un impacto especial en los
hogares con niños. Según Cruz Roja, el principal factor de riesgo
entre los niños y niñas a los que ha atendido en 2011 ha sido la
falta de recursos, a considerable distancia de otros
factores.
En la última década ha aumentado la pobreza infantil
en España y en Europa. Ya en 2005 un informe de UNICEF
sobre pobreza infantil en los países ricos llamaba la atención
sobre el tema: la pobreza de los niños se estaba haciendo más
amplia y más intensa en buena parte del mundo rico.
Desde entonces no han faltado estudios y testimonios de esta
realidad, como el informe de FOESSA de 2006 para el caso español,
el seguimiento que se da a los niños en los informes sobre la
Vulnerabilidad Social de Cruz Roja o numerosos estudios de la OCDE
y de la Unión Europea al respecto, que situaban, y sitúan, a España
en una situación preocupante en el contexto de los países
industrializados.
Y es que en nuestro país los datos anteriores a la crisis eran
ya tan preocupantes como poco conocidos. La información estadística
desde 1994 hasta 2009 estimaba la tasa de riesgo de pobreza
infantil en torno al 24%. Una tasa muy elevada que situaba a España
en 2009 entre los cinco países con mayor nivel de pobreza relativa
de la Europa de los 27. Los datos más recientes, de 2011, nos
sitúan sólo por delante de Bulgaria y Rumanía, con un 27,2%
de niños que viven en hogares bajo el umbral de la
pobreza.
¿Y qué está ocurriendo en la crisis? Además
del crecimiento en más de tres puntos porcentuales respecto a 2009,
varios indicadores nos muestran que los niños y
las niñas están sufriendo de una manera
especialmente grave el impacto de ésta. En 2010 los menores de 18
años fueron el grupo de edad en que la tasa de pobreza era más
alta, superando por primera vez a los mayores de 65 años. El
número hogares con niños en los que ninguno de los adultos
tiene trabajo creció entre 2007 y 2012 en un 169%, frente al
60% de crecimiento en los hogares sin niños. Y además su pobreza es
más intensa y más crónica. En resumen: los niños bajo el
umbral de la pobreza son ahora más (nos acercamos a los
2.300.000), más pobres y durante más
tiempo.
Pero el problema de la pobreza cada vez más visible de niños y
niñas no sólo responde al impacto de la crisis en forma del
desempleo de los progenitores, sino también a las decisiones sobre
políticas públicas de casi todas las administraciones.
Las políticas de austeridad tienen como
correlato la disminución de la capacidad
protectora en ámbitos tan sensibles para los
niños y sus derechos como las becas escolares, las ayudas
para libros, el material escolar y las becas de comedor (que en un
número significativo de familias consigue equilibrar la nutrición
infantil) y las ayudas sociales dirigidas a las familias. O el
incremento de los impuestos, del coste y el copago de productos o
servicios que afectan mucho a los hogares con niños (por ejemplo:
el IVA, el transporte público, la energía o el coste de los
medicamentos).
Como organizaciones que trabajamos con la infancia, tenemos
que señalar que el impacto de estas medidas se percibe ya con
crudeza en un sector de la población tan sensible como son los
niños y las niñas. Y aún más en colectivos infantiles en situación
de especial vulnerabilidad, entre ellos los niños con discapacidad,
los gitanos o los de origen extranjero.
Las familias con niños sacrifican muchas cosas por mantener
unos niveles básicos de bienestar para sus hijos e hijas. Pero si
el empleo, los ahorros y las prestaciones se agotan, las becas y
las ayudas menguan o incluso la ayuda familiar se acaba, se ven en
la situación de tener que reducir sus gastos en aspectos tan
elementales como la comida o, por ejemplo, renunciar a su vivienda.
En resumen: no es un problema de solo de nutrición, es un problema
de recursos y falta de apoyo a los hogares con niños. Y también es
un problema del enfoque de las políticas públicas.
Por eso, volviendo al principio, no confundamos el síntoma con
la enfermedad. Los problemas de calidad de la nutrición son la
punta del iceberg de la falta de redes protectoras en nuestro
estado del bienestar para uno de los colectivos en situación de
mayor vulnerabilidad: la infancia.
Sólo la capacidad protectora de un sistema universal, fruto de
un consenso político de largo recorrido, como el sistema de
pensiones, consigue contener el riesgo de exclusión social en
muchas personas mayores y sus familias. La infancia precisa
también un sistema universal de protección, fruto de un
consenso similar, con visión de Estado a medio y largo
plazo.
Pero, ¿qué es lo que debemos proteger a toda costa? Aun
reconociendo la complejidad que esconden, se trata de cosas
sencillas, basadas en necesidades y derechos. Son metas necesarias
y a la vez líneas rojas que ningún Estado debería sobrepasar
y que se pueden resumir en cinco propósitos que bien pudieran ser
objeto de un pacto político y ciudadano contra la pobreza
infantil:
- Ningún niño ni niña sin acceso a los alimentos y elementos materiales necesarios y adecuados para su desarrollo.
- Ningún niño sin una vivienda digna.
- Ningún niño sin un acceso completo y en igualdad de oportunidades a la educación.
- Ningún niño sin acceso a una sanidad de calidad y en igualdad de condiciones.
- Ningún niño sin la protección adecuada ante el desamparo o la violencia.
Sería necesario asumir este pacto no sólo por parte de los
partidos políticos y de las administraciones, sino también por la
sociedad en su conjunto. Vivimos en un país que es todavía
reconocido por la calidad de las relaciones entre padres e hijos y
por la fortaleza de sus redes de apoyo familiar, y que sin embargo
(y quizás por eso) se ha caracterizado históricamente por una
deficitaria inversión en políticas sociales dirigidas a la familia
y la infancia. Políticas que en estos tiempos de crisis han
demostrado su inconsistencia y fragilidad.
Las comparaciones internacionales nos dicen que es
posible luchar contra la pobreza infantil, incluso en
estos tiempos. Que la reducción de la pobreza en los niños tiene
más que ver con las decisiones políticas y las prioridades públicas
que con la marcha general de la economía o el nivel de ingresos de
los países. Los datos de Eurostat nos dicen que Francia, Hungría o
la República Checa son capaces de reducir, mediante la intervención
pública, sus respectivos niveles de pobreza infantil a la mitad,
mientras que Italia y España apenas lo hacen en una cuarta parte, y
que todos los países de la UE excepto Grecia son más eficaces que
nosotros en esta tarea.
Por eso, el compromiso debe empezar a cambiar lo que era
necesario transformar hace ya tiempo: asumir que laprotección y el desarrollo de los niños son un tema de
todos, no sólo de sus familias. Y que los impactos
negativos en su bienestar y sus derechos no son sólo un problema
ético o de derechos humanos, sino que también son y serán impactos
negativos en el bienestar económico y social de todos los
ciudadanos y ciudadanas.
Y la oportunidad de comenzar en ese camino es ahora. En este
momento el Gobierno está elaborando el Plan Nacional de
Acción para la Inclusión Social 2013-2016 y se ha
comprometido públicamente a que la pobreza
infantil sea una prioridad en este
documento. Desde varias organizaciones y plataformas hemos
propuesto 32 medidas para este Plan estrechamente ligadas al
enfoque de la reciente Recomendación sobre Invertir en
Infancia que ha hecho Comisión Europea a los países miembros.
Para todo ello, y dentro de la lucha más amplia contra la pobreza
en general, es necesario también contar con los recursos
adecuados, entre ellos conseguir el destino del 20% de los Fondos
Estructurales de la Unión Europea a este fin.
Las mencionadas propuestas van desde larevisión de la carga impositiva de las
familias a la compensación degastos familiares mediante el incremento de becas
y ayudas, pasando por la eliminación de obstáculos para el
acceso a derechos básicos (como el derecho a una nutrición
adecuada, a la educación, a la salud y a una vivienda digna). Junto
a éstas, otras propuestas se centran en la mejora de la
conciliación o en la participación de los propios niños y niñas, y
sus familias, en el diseño de las políticas. Propuestas realizadas
desde el convencimiento de que la inversión en infancia es
una apuesta ineludible en estos momentos, y uno de los mejores
antídotos frente a ésta y futuras crisis.
Aldeas Infantiles SOS, Pedro Puig, Presidente
CERMI (Comité Español de Representantes de Personas con
Discapacidad), Pilar Villarino, Directora Ejecutiva
EAPN España (Red Europea de Lucha contra la Pobreza y la
Exclusión Social), Carlos Susías, Presidente
Fundación Secretariado Gitano, Pedro Puente,
Presidente
Plataforma de Organizaciones de Infancia, Carlos
Martínez-Almeida, Presidente.
Proyecto Solidario, Adolfo Lacuesta, Presidente.
Save the Children, Alberto Soteres, Director General
UNICEF España, Javier Martos, Director Ejecutivo