Las niñas rohingya vuelven a clase

El programa Unidos por los rohingya se está encargando de fomentar una vuelta al cole segura para más de 400.000 niñas. Su lugar está en las aulas y, gracias a contar con personas como tú, no pararemos hasta que consigamos que todas ellas tengan garantizado su derecho a la educación.

Niñas rohingya de vuelta en el colegio

 

Rahima* haría cualquier cosa por proteger a sus hijos. Desde hace algunos años, vive con su familia en el campo de refugiados rohingya de Cox's Bazar en Bangladesh junto a otras 800.000 personas, pero para una madre, no dejan de ser miles de extraños que pueden suponer una amenaza para los niños cada vez que salen de casa. Y aunque siempre está pendiente de los más pequeños, la que más le preocupa es la joven Nurkolima, hasta el punto de que, durante un tiempo, ni siquiera le dejaba ir a la escuela. Si su protección pasaba por sacrificar su educación, sabía que era un precio que estaba dispuesta a pagar.

La propia Rahima fue víctima de acoso sexual en Myanmar cuando solo era una niña, por eso, prefería que su hija se quedara en casa y no fuera al colegio. Lamentablemente, muchos padres y madres rohingya comparten este pensamiento, por eso sabíamos que era necesario actuar con urgencia.

Dos jovenes rohingya toman apuntes para no perder detalle en clase

Dos jóvenes rohingya toman apuntes para no perder detalle en clase.

El cuidado de los hermanos menores, las tareas del hogar, el trabajo infantil, las creencias religiosas, el matrimonio precoz… Los obstáculos a los que se tienen que enfrentar las niñas para poder continuar con sus estudios son de lo más variados, sobre todo cuando llegan a la adolescencia. El 80 % de los niños y niñas rohingya de entre 6 y 11 años están matriculados en centros de aprendizaje. Sin embargo, los datos muestran que la brecha de género se vuelve mucho más significativa a medida que las niñas crecen, con un mayor número de jóvenes rohingya que abandonan la escuela una vez que alcanzan la pubertad, en torno a los 12 o 14 años.

Es en ese momento cuando en UNICEF decidimos visitar puerta a puerta a los padres de las niñas para entender cuál era su punto de vista. Y esto fue lo que nos contaron: "Se supone que las niñas mayores de 12 años deben quedarse en casa. Cuidan de los hermanos menores y cocinan para la familia", dice Rahima, refiriéndose a los estereotipos de género que aún prevalecen en su comunidad. Y ahí es donde está el problema: muchos padres no ven el valor de educar a las niñas, de quienes se espera que ayuden a sus madres en casa antes de tener sus propias familias, a diferencia de los niños, a quienes se les anima a salir al mundo para ganarse la vida. Pero todo cambió cuando se dieron cuenta de que el lugar más seguro para ellas era la escuela, un lugar en el que son menos vulnerables al matrimonio infantil, al embarazo precoz, a la violencia de género y a la explotación sexual.

Para estas chicas, no hay nada como la felicidad de volver a las aulas.

Para estas chicas, no hay nada como la felicidad de volver a las aulas.

En UNICEF estamos llevando a cabo un proyecto que permite a los niños y niñas rohingya recibir una educación formal y estandarizada basada en el plan de estudios nacional de Myanmar. Ahora Rajuma, de 13 años, tiene la oportunidad de ir a uno de los 2.800 centros de aprendizaje impulsados por UNICEF que hay en el campo de Cox's Bazar y estudiar inglés, birmano, matemáticas, ciencias y habilidades para el día a día. De este modo, el día de mañana podrá ser una mujer independiente y construir su propio futuro.

Una joven rohingya practica la escritura de la lengua birmana, originaria de Myanmar

Una joven rohingya practica la escritura de la lengua birmana, originaria de Myanmar.

Pero aun teniendo los centros de aprendizaje, un completo plan de estudios, a miles de niñas interesadas en aprender, la aprobación de los padres… Nos faltaba algo. Nuestra investigación sobre el terreno nos confirmó lo que ya sabíamos: las maestras son el principal apoyo que tienen las chicas para seguir yendo al colegio y un factor clave en la mejora de su aprendizaje, ya que se sienten más cómodas a la hora de participar en clase. Por eso y dada la escasez de docentes cualificadas entre los refugiados rohingya, nuestra prioridad es contratar y formar a nuevas maestras que nos ayuden en nuestra misión de que ninguna niña se quede atrás.

El papel de las maestras de los centros educativos es clave para que las niñas vayan a clase

El papel de las maestras de los centros educativos es clave para que las niñas vayan a clase.

Si queremos que este cambio sea duradero, es vital involucrar a los miembros de la comunidad. UNICEF no solo ha movilizado a cientos de voluntarias rohingya para hablar con sus vecinos y amigos sobre la importancia de educar a las niñas, sino que también ha contado con la ayuda de 300 líderes religiosos. Además, UNICEF también está trabajando con la comunidad para movilizar a mujeres rohingya que acompañen a las chicas a los centros de aprendizaje para que no tengan que ir solas por el campamento.

Todo este trabajo ya está mostrando sus frutos y nos está ayudando a que padres y madres como Rahima cambien su punto de vista: "Antes no quería que mi hija fuera a un centro de aprendizaje, pero ahora entiendo la importancia de estudiar. Es demasiado tarde para mí, pero quiero un buen futuro para mi niña".

Como ves, cientos de miles de niñas rohingya tienen que luchar cada día contra todo tipo de prejuicios, barreras y estereotipos para poder tener un futuro. Aún nos queda mucho camino por recorrer, pero con tu aportación al programa Unidos por los rohingya, cada día estamos un paso más cerca de conseguirlo. En nombre de las jóvenes rohingya, ¡gracias!

*Nombre ficticio para proteger su identidad.