Educación en Afganistán: hogares convertidos en escuelas
Belqees no podía ir al cole y recibir una educación. Está muy lejos, sus padres no tienen dinero para el transporte... Entonces hizo algo: ¡convenció a sus padres de crear un aula en casa!
Una clase en la provincia de Daykundi, en el altiplano central de Afganistán.
En una habitación en la casa de Belqees se ven letras del alfabeto Dari en una pizarra y coloridos dibujos cubren las paredes. 15 niñas y niños sentados en el suelo escuchan atentamente mientras el maestro escribe. Belqees siempre soñó con ir a la escuela.
"Mis amigos volvían a la aldea y hablaban de la escuela, de lo que habían estado haciendo. Pensé: ¿por qué ellos van al cole y yo no? Me quejé a mis padres: ¿qué futuro tengo si no puedo aprender? Así que presioné a mis padres para que ofrecieran una habitación en la casa y convertirla en un aula", explica convencida esta joven de 16 años.
Su hogar, una remota aldea en Daykundi, una provincia en el altiplano central de Afganistán, es ahora uno de los más de 4.300 espacios educativos comunitarios en el país. Con nuestro apoyo, estas clases ayudan a unas 81.000 niñas a aprender y, cuando es posible, hacer la transición a la escuela formal.
"Tienes que empezar dentro de tu propia casa y mostrar a los demás que crees en la educación. Entonces otros seguirán tu ejemplo", dice Fátima, la madre de Belqees. Fátima deseaba haber tenido la oportunidad de ir a la escuela, por lo que ahora apoya a Belqees, sus hermanas y compañeros, a seguir aprendiendo: "mi madre, mi abuela, yo misma... no tuvimos una educación, por lo que no tuvimos oportunidades de hacer otras cosas en la vida".
Tres niñas en la clase de Belqees no son del pueblo. Llegaron hace un par de meses, huyendo de la inseguridad cerca de sus hogares, y volver a clase les proporciona algo de normalidad y estabilidad en sus vidas, les ayuda a integrarse en su nuevo entorno.
Afganistán: 3,5 millones de niños sin escolarizar
En un país en el que las niñas representan el 75% de los 3,5 millones de niños que no asisten a la escuela, la educación comunitaria brinda esperanza a las niñas que están desesperadas por aprender.
Al otro lado del árido valle y de Nili, la ciudad más grande de la zona, encontramos a Sadiq, de 21 años, que enseña en otro espacio educativo comunitario con clases en una sala del edificio del consejo local.
Sadiq se mudó desde la vecina provincia de Bamiyan, a 12 horas en coche, para vivir y enseñar aquí: "me di cuenta de que la enseñanza es muy importante para la comunidad, le da a los niños una base. Lo bueno es que veo a muchas chicas venir a clase. Los padres no diferencian entre niños y niñas".
Sadiq con sus alumnos en un centro educativo comunitario en Daykundi, Afganistán, donde da clase.
El acceso a una educación de calidad es muy difícil en Afganistán y las niñas son siempre las primeras perjudicadas. Además la inseguridad es otro de los grandes problemas. Aunque esta zona es relativamente tranquila, a solo 60 kilómetros al sur y al norte, la violencia protagoniza las vidas de las familias, y esto genera frecuentes olas de desplazamiento. Cuando esto sucede, las niñas suelen ser las primeras en dejar de ir a la escuela, ya que los padres priorizan la necesidad de mantenerlas a salvo de su propio deseo de aprender.
Las niñas de Afganistán necesitan apoyo y oportunidades para recibir una educación. Como muestran las historias de estas campeonas, hay mucho por hacer, y el beneficio es inmediato para toda la sociedad.
Al abrir su casa, Hassan y Fatima hacen mucho más que solo brindarle una oportunidad de aprender a su propia hija, y del mismo modo, el sacrificio personal de Sadiq de comenzar una nueva vida lejos de casa, beneficia a la vida y el futuro de todos los niños que asisten a su clase.