El nuevo coronavirus y el derecho a la educación
Las emergencias, sean del tipo que sean, impactan en la actividad escolar, en el acceso a centros educativos, en la salud de docentes y estudiantes y en otros aspectos del día a día a día educativo. Garantizar el derecho a la educación en situaciones excepcionales es un compromiso básico, tanto en países en desarrollo como en países desarrollados.
Este mapa, difundido por UNESCO el 4 de marzo de 2020 muestra los países en los que se ha procedido al cierre de centros educativos para evitar la expansión del COVID-19 (nuevo coronavirus). En verde, los países donde ha habido cierres generalizados de centros y en amarillo los países en los que los cierres se encuentran localizados. En total, se calcula que 290 millones de estudiantes en el mundo se han quedado sin clases a principios de marzo a causa del COVID-19.
En las últimas décadas, el mundo ha sido testigo de un número creciente de crisis ocasionadas por conflictos, desastres naturales y epidemias. Cuando afectan a la educación, alteran el día a día de los estudiantes y sus familias y, además, ponen en peligro su futuro y su capacidad para contribuir al desarrollo de la sociedad.
Pese al papel crucial de la educación en una situación de alerta o emergencia y los enormes beneficios que aporta a los estudiantes en estas circunstancias, la educación suele ser el primer servicio que se suspende y el último que se restablece en las comunidades afectadas por crisis. La expansión del COVID-19 no es una excepción a esta regla: según datos de la UNESCO, 290 millones de estudiantes han perdido ya sus clases debido a las medidas para contener la propagación de la epidemia.
Derechos en la encrucijada
Esta situación plantea un clásico conflicto de derechos: proteger el derecho a la salud de la población frente a proteger el derecho a la educación de niños, niñas y adolescentes. La urgencia de la situación hace que sea lógico dar prioridad a las medidas para frenar la epidemia, para evitar daños mayores. En la medida de lo posible, dichas medidas deben tomarse de tal forma que el derecho a la educación de los millones de estudiantes que viven en las zonas afectadas por el COVID-19 no se vea vulnerado.
En una situación de alerta como la actual, la educación es un salvavidas para los niños y las niñas. Las rutinas escolares les proporcionan la estabilidad y el orden que les ayudan a afrontar la incertidumbre. Además, la escuela puede ser fuente de aprendizajes valiosos sobre salud y prevención de riesgos y, en colaboración con las familias, puede ayudar a canalizar las emociones de aquellos niños y niñas que se han visto expuestos a informaciones inapropiadas para su edad.
Asumir responsabilidades, garantizar derechos
No hay una solución fácil, ni duradera en el tiempo ni válida para todos los casos porque la actualidad de la expansión del virus evoluciona cada día y lo que puede ser adecuado hoy, quizás no lo sea mañana. Aún así, la prevención, la comunicación y la planificación son herramientas que pueden permitir a la comunidad educativa hacer frente a los riesgos y ganar en resiliencia. Algunas ideas que estamos obteniendo de centros educativos que ya han dado primeros pasos eficaces:
1. No ignores la situación
Aun en el improbable supuesto de que el COVID-19 desapareciera mágicamente en unos días, su impacto de salud, económico y social ya es una realidad. Prepararnos para situaciones difíciles o sobre las que no tenemos experiencia nos hace ganar terreno en el caso de que dichas situaciones ocurran. Si finalmente no hay que ponerlas en práctica, habremos ganado un conocimiento de nuestro entorno educativo que quizás antes no teníamos.
- Por ejemplo: algunos centros están preparando protocolos de comunicación especiales y el conocimiento que están adquiriendo sobre las redes de difusión de información en el centro puede ser muy útil para ellos en el futuro.
2. Sigue las recomendaciones de la administración y adáptalas a tu contexto
El equipo directivo del centro debe estar al tanto de las recomendaciones que, desde distintas instituciones, se realizan conforme avanza la situación. Sin embargo, es importante tener en cuenta la generalidad de muchas directrices, que están pensadas para servir a toda la población y a múltiples sectores productivos, lo que nos obliga a ser nosotros los que concretemos determinadas normas y protocolos de actuación.
- Por ejemplo: Ninguna directiva de la administración va a entrar en el detalle de si es necesario tener gel desinfectante en los baños, en cada clase o a la entrada del centro. Ese nivel de decisión corresponde al centro educativo.
3. Cuenta con la comunidad educativa
El poder de la participación es especialmente útil en emergencias. Para empezar una buena comunicación, suficiente y adecuada, ofrece transparencia, refuerza la percepción del centro como un lugar seguro y preocupado por el bienestar de todos e incrementa la confianza de la comunidad educativa, fortaleciendo el clima escolar. Una adecuada comunicación de crisis contiene la difusión de rumores y clarifica cuáles son las fuentes de información confiables mientras dure la situación.
- Por ejemplo: preparar protocolos de prevención en colaboración con el alumnado tiene interesantes beneficios sobre varias competencias académicas y además facilita el compromiso de los participantes en el seguimiento de las normas consensuadas.
4. Pon freno a la discriminación
La protección frente al bullying es una responsabilidad ineludible del centro educativo. Si se detectan prejuicios y actitudes violentas contra determinados grupos es necesario abordarlas educativamente cuanto antes.
- Por ejemplo: en el caso del COVID-19 se ha reclamado públicamente mayor protección en las escuelas debido a los insultos y situaciones desagradables que han experimentado algunos estudiantes de origen chino. En un momento en que la propagación del virus es mundial es crucial incidir en que los virus no entienden de nacionalidades ni de colores de piel y que pensar lo contrario es injusto y además peligroso, porque nos impide abordar las vías reales de contagio.
5. Aprovecha para mejorar
En todo el mundo, las situaciones de emergencia pueden llegar a tener un impacto positivo y duradero en la educación porque permiten detectar antiguos problemas y mejorarlos de cara al futuro.
- Por ejemplo: algunas escuelas destruidas por desastres naturales han sido reconstruidas con baños, que antes no tenían. La actual crisis puede servir para reforzar la higiene en muchos de nuestros centros que, en demasiadas ocasiones, incluso carecen de jabón en los baños de alumnos.
6. Soluciones innovadoras
El siglo XXI es la era de la educación a distancia. Incluso en el supuesto de que un centro educativo tuviera que cerrar sus puertas esto no tiene por qué significar un parón en la educación de su alumnado: se pueden abordar, en colaboración con las familias, propuestas de educación on-line que permitan continuar con gran parte de las clases. Sin embargo, es necesario considerar algunos factores importantes a la hora de planificarlo ya que influyen mucho aspectos, como la edad del alumnado, el nivel adquisitivo de las familias o la posibilidad de que parte del profesorado enferme y no pueda dar clase.
- Por ejemplo: algunos docentes ya está preparando parte de su temario para poder impartir las clases a través de Face Time para aquellos alumnos y alumnas que puedan estar en cuarentena o en el supuesto de que se suspendan las clases.
7. Transmite calma
La escuela es una de las instituciones de referencia de una comunidad y, a veces, el día a día no nos permite darnos cuenta de la gran influencia que el centro educativo tiene en su entorno. En las situaciones complicadas es donde más se pone a prueba esta capacidad de impacto. Transmitir mensajes de calma, sin alarmismos, adaptando los datos disponibles a la capacidad de comprensión de nuestro alumnado y haciendo propuestas en las que la comunidad educativa pueda participar, es clave.
- Por ejemplo: algunos de los centros que se han visto afectados por situaciones de bullying debido al COVID-19 han sabido actuar rápido y con transparencia, evitando que los problemas se extendieran. Otros centros han afrontado eficazmente los rumores que empezaban a dispersarse entre alumnado o familias, logrando evitar situaciones que podían llevar al pánico.
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