Semana de la Lactancia Materna: esta es mi historia
Esta es la lucha de una de nuestras compañeras de UNICEF para dar lactancia materna exclusiva a su bebé cuando parecía casi imposible
Intentando amamantar a mi hija Pari cuando era una recién nacida.
Cuando nació Pari, mi primera hija, yo tenía 47 años y, literalmente, ni una gota de leche materna.
En el hospital de Tokio, mi ciudad natal, traté día y noche de darle el pecho a mi bebé, con el apoyo de las enfermeras. Pero nada. Como trabajadora de UNICEF, había promovido la lactancia materna durante años. ¡Ahora me sentía tan avergonzada! Sin embargo, no tuve otra opción que usar leche de fórmula.
Mi sueño era alimentar exclusivamente a mi hija con leche materna durante al menos 6 meses. Estaba convencida de que era la mejor forma de nutrir a los bebés recién nacidos y, además, se establecía un vínculo muy especial con sus madres. Como parte de mi trabajo, solía visitar clínicas de maternidad donde les decía a las madres que conocía: "Deberías tener 6 meses de lactancia materna exclusiva. ¡Y punto!".
¿Cómo podía no implementar algo en lo que había creído tanto? Entonces tomé una decisión. En lugar de darme por vencida, simplemente dejé que Pari succionase una y otra vez, aunque tuviera que seguir tomando leche de fórmula.
Y entonces, cuando parecía casi imposible, comencé mi lucha por la lactancia materna.
Semana de la Lactancia: un cambio inesperado
Poco a poco las cosas comenzaron a cambiar y empecé a producir un poco de leche en el primer mes. Mi hija estaba feliz de poder succionar, sobre todo en mitad de la noche, cuando le servía de consuelo.
Tuve suerte de encontrar un buen centro de apoyo a la lactancia en mi barrio, al que acudía cada semana. Me dieron muy buenos consejos sobre cómo sujetar al bebé mientras le daba de comer, cómo dejarle succionar, cómo mejorar mi dieta y cómo conseguir que fuera algo rutinario.
La ratio de leche de fórmula versus leche materna poco a poco empezó a cambiar: 80/20, 60/40, 50/50 hasta 30/70. Al final del tercer mes ya estaba en 10/90. En ese punto, había otro otro problema del que no era consciente: me faltaba confianza para dar lactancia materna exclusiva, hasta el punto de que asumía que siempre necesitaría leche de fórmula. No me daba cuenta de que ya estaba alimentando muy bien a mi hija con leche materna.
Un día, mi asesora de lactancia me dijo: "¿De qué tienes miedo? ¿Crees que tu bebé se morirá por no tener biberón? ¡Solo tienes que dejarlo!".
¡Y voilà! En el cuarto mes, mi sueño se hizo realidad. Pari continuó con la lactancia materna exclusiva hasta los 6 meses, cuando empezó con la alimentación complementaria.
Lactancia materna: nuestra última vez
Volví a mi puesto en UNICEF cuando ella tenía 9 meses. El ritmo de trabajo volvió rápidamente a la normalidad, pero seguía dándole el pecho por las noches. Podrías pensar que es difícil hacerlo después de un día intenso de trabajo. Pero, créeme, ¡era una alegría! Eran momentos preciosos. Darle de comer en mitad de la noche, nuestro momento para reforzar el vínculo, me daba mucha energía para volver al trabajo cada mañana.
Cuando Pari tenía 18 meses, tuve que hacer un viaje de trabajo de una semana. Pensaba que esto sería el final de la lactancia pero, aunque no lo creas, al volver todavía seguía produciendo leche ¡porque mi hija quería seguir!
Lo dejamos cuando ella cumplió 2 años. Tenía un nuevo viaje pero, en esta ocasión, eran dos semanas. Era inevitable y tomé la decisión de que había llegado el momento de dejar la lactancia.
La última vez que le di el pecho a Pari, cuando tenía 2 años.
Cuando llegué a casa después del viaje, Pari gritó al negarle el pecho, pero solo una vez, luego estaba bien. Era yo la que lo echaba de menos, algo tan valioso que no vuelve a pasar.
Durante los 2 años en que la amamanté, mi hija y yo desarrollamos un vínculo especial que todavía dura. Pari va a cumplir 9 años, pero nuestra unión sigue intacta. Sentimos lo mismo cuando la abrazo antes de ir a dormir.
Semana de la Lactancia: el apoyo es fundamental
Esta es mi historia de lactancia. Aprendí que no era fácil y que no podía ir por ahí diciéndole a las madres simplemente que lo hicieran.
Ahora sé lo que conlleva. Lo conseguí porque mi marido y mi familia me apoyaron, pude tomarme un tiempo en el trabajo y pude permitirme el asesoramiento. Tengo que admitir que fui una privilegiada y no todo el mundo tiene tanta suerte. Para las mujeres, la lactancia materna no es algo fácil. Es doloroso y requiere valentía, determinación y energía.
Sin embargo, lo que tu bebé y tú ganáis con la lactancia no se puede sustituir con nada. No solo es el mejor alimento para el bebé, también es inmunización y protección de su salud, un fuerte vínculo contigo, así como alegría para toda la familia.
Por supuesto, las madres necesitan apoyo y no deberían estar solas en esto. Sus maridos, sus compañeros, sus familias, el entorno laboral, sus comunidades y la sociedad deberían apoyarlas. No seas tímida y busca ayuda, sobre todo de profesionales. Bucea hasta conseguir la información que necesitas.
Aun así, lo más importante, en mi opinión, es tu confianza, la confianza de una madre en la lactancia materna. Tiene que salir de dentro de ti.
Yo encontré esa confianza. Estoy segura de que tú también podrás hacerlo.
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