Violencia contra la infancia: cuándo, dónde y por qué
Las últimas noticias que nos han dejado con el corazón encogido tienen algo en común: sus protagonistas, o mejor dicho sus víctimas, tenían menos de 18 años. Una lista de actos violentos contra los niños que sigue creciendo.
La muerte de Gabriel a manos de la novia de su padre, el asesinato de una mujer delante de sus dos hijos, el parricidio de Getafe, la explotación sexual de tres niñas fugadas de un centro de protección menores, el suicidio de Lucía por no poder aguantar el acoso y las burlas de sus compañeros… La lista es larga y sigue creciendo.
Paradójicamente, este triste panorama de la realidad informativa puede tener algo de positivo. Están saliendo a la luz las distintas formas de abuso y violencia que sufre la infancia, y ya empiezan a surgir preguntas: ¿cómo es posible? ¿estamos realmente ante un aumento exponencial de la violencia contra los niños? ¿es algo nuevo o es que ahora se sabe más? Y, sobre todo: ¿cómo podemos evitar que vuelva a suceder?
Una dinámica parecida a la ocurrida con la violencia de género, en la que pasamos de decir cosas como “los trapos sucios se lavan en casa” a la perplejidad ante las cifras, para finalmente enfrentar el problema con campañas de concienciación, una Secretaría de Estado propia, una Ley integral y un inminente Pacto de Estado.
El principal reto es conocer las cifras de esta realidad. En asuntos tan tabúes como los abusos sexuales a un niño por parte de un familiar, o tan escondidos como el maltrato que sucede entre las cuatro paredes de un hogar, no hay registros ni encuestas para poder conocer –y atajar- estos hechos. Una realidad que es muy heterogénea porque la violencia contra la infancia abarca diferentes tipos y contextos.
Violencia contra la infancia: cuando el enemigo está en casa
Bofetadas, quemaduras, insultos, empujones…. Demasiadas veces los niños sufren violencia a manos de quienes tienen la obligación de cuidarles y protegerles. Según el último informe de UNICEF Una situación habitual, cerca de 300 millones de niños de 2 a 4 años en todo el mundo (3 de cada 4) son habitualmente víctimas de algún tipo de disciplina violenta por parte de sus padres o cuidadores.
En España contamos con los datos del Ministerio del Interior, a raíz de las denuncias tramitadas por los cuerpos policiales. Así, en el año 2016 hubo cerca de 4.650 denuncias por delitos de maltrato en el ámbito familiar. Pero, ¿cuántas humillaciones y malos tratos quedaron sin registrar?
En el año 2010 se creó el Registro Unificado de Sospecha de Maltrato Infantil (RUMI), dependiente del Ministerio de Sanidad, Servicios Sociales e Igualdad (MSSI). Aquí se recogen las sospechas de malos tratos en el ámbito familiar que han detectado los profesionales que tienen contacto diario con menores de edad (profesores, pediatras, servicios sociales y cuerpos policiales). No se trata de una denuncia formal, pero sí de una alerta que pone en marcha las actuaciones necesarias. En 2016 este Registro reunió 14.569 sospechas de maltrato a niños y niñas.
Otro dato que no se debe obviar es el publicado en la Encuesta de Violencia de la Mujer 2015, según la cual en un 43,9% de los casos de mujeres maltratadas físicamente en el último año por parte de su pareja, había hijos menores residiendo con ella. Presenciar los malos tratos de forma continuada y respirar la violencia y el miedo es una forma de sufrir violencia. Y tiene consecuencias muy negativas para el desarrollo de esos niños, quienes desde hace dos años ya son considerados también víctimas directas de esa violencia de género.
Violencia contra la infancia: el calvario de denunciar un abuso sexual siendo menor de edad
El Consejo de Europa calcula que 1 de cada 5 niños y niñas sufren algún tipo de violencia sexual antes de cumplir los 18 años. Aquí están comprendidas conductas como los tocamientos, el exhibicionismo, la pornografía o la prostitución. Estos abusos afectan mayoritariamente a las niñas.
Frente a las ideas preconcebidas de que los abusos sexuales son perpetrados por un desconocido en un callejón oscuro, se oponen los hechos. A nivel mundial, 9 de cada 10 chicas que han sufrido relaciones sexuales por la fuerza dicen haber sido víctimas por parte de alguien cercano o conocido por ellas. Tan sólo el 1% trataron de conseguir ayuda profesional. ¿Quizá pensaban que les podrían contestar “ibas provocando” o “mejor cállate y no te (nos) metas en líos"?
En España, de las 4.390 denuncias de delitos ‘contra la libertad sexual’ que se produjeron en 2016, más de la mitad fueron cometidos contra menores de 18 años, un porcentaje desproporcionado si lo comparamos con otros delitos. En ese mismo año, por ejemplo, las víctimas de hurtos menores de 18 años constituyeron el 2,1% del total de víctimas.
Es muy difícil para un niño verbalizar un abuso, incluso darse cuenta de que “eso que te están haciendo” está mal, aunque lo haga una persona muy querida para él. Entender que no es culpa suya. Y, cuando lo hacen, cuando deciden contar o denunciar que están sufriendo abusos, tienen que pasar por un auténtico calvario de testimonios, pruebas, juicios paralelos y descalificaciones. A veces sólo podemos conocer la magnitud del problema cuando estos niños ya son adultos y reúnen el coraje suficiente para poder hablar de ello.
Acoso escolar: cuando ir al colegio se convierte en una pesadilla
El acoso constituye la pesadilla diaria de muchos niños, niñas y adolescentes. Lo llamamos también “violencia entre iguales”, aunque no debemos olvidar que quien ejerce de forma consciente y continuada ese tipo de violencia y manipulación, se coloca en una situación de poder y superioridad frente al otro. En todo el mundo, cerca de 130 millones de estudiantes de entre 13 y 15 años (poco más de 1 de cada 3) experimentan casos de acoso escolar.
En España contamos con los datos de la Fundación ANAR, que alertan del incremento exponencial (un 75%) de las llamadas recibidas por este motivo en el último año. Quizá detrás del dato de suicidios de adolescentes del Instituto Nacional de Estadística (70 en 2016) podemos encontrar meses de vejaciones, palizas, burlas y soledad, mucha soledad. Porque lo que se ha demostrado como más eficaz para sobrellevar, pero también para frenar el acoso, es el apoyo de los compañeros. No hace falta plantar cara a los agresores, sólo no participar ni aprobar esas conductas, y mostrar solidaridad con quien las sufre.
Llama la atención también que en 7 de cada 10 casos detectados a través de estas llamadas las víctimas son niñas, y que el medio más utilizado –en un 80,9%- es el WhatsApp. Se ha dificultado mucho, por tanto, la detección por parte de los adultos, y ahora más que nunca es necesaria la colaboración de los propios compañeros y amigos.
Violencia contra la infancia: asesinatos y homicidios de niños
Cada 7 minutos, en algún lugar del mundo, un adolescente es asesinado en un acto violento. Hay países en los que ser un adolescente constituye de por sí una situación de riesgo, lugares donde milicias, bandas o traficantes los han convertido en su blanco predilecto.
En España, en 2016 hubo 60 víctimas por homicidios o asesinatos menores de 18 años. Esta es la cifra oficial, pero los expertos en violencia aseguran que, en realidad, los datos de niños, niñas y adolescentes que mueren por causas violentas son mucho mayores que los registradas. Son temas tabúes y en ocasiones no se dispone de toda la información.
Por todas estas situaciones sin registrar, y todo ese silencio alrededor de las víctimas, desde UNICEF España estamos apoyando la elaboración de una Ley integral de erradicación de la Violencia contra la Infancia. Integral porque tiene que regular tanto la prevención y la concienciación sobre este problema, como la detección y la respuesta ante los hechos violentos. Y transversal porque debe contemplar todos los ámbitos donde se desarrolla la vida de un niño, que es donde, como hemos visto, estas violencias ocurren.
Violencia contra la infancia: entornos seguros
En UNICEF pensamos que atender a las víctimas es haber llegado demasiado tarde. Hay que evitar que el daño se produzca y para ello es necesario generar entornos donde sea muy difícil, si no imposible, abusar o maltratar a un niño. Para ello, son necesarias leyes y políticas, pero también lo son el abandono de ciertas creencias ("un buen azote a tiempo evita muchos problemas", "quien bien te quiere te hará llorar"), y la presencia de adultos protectores y conscientes de su responsabilidad.
Una escuela que asume como prioridad la seguridad e integridad de sus alumnos, una madre atenta al cambio de comportamiento de su hija, un entrenador que no tolera insultos o golpes ni en los vestuarios ni durante la práctica deportiva, una red de amigos que se convierte en soporte para un menor que está sufriendo; todo ello es necesario para crear ese espacio seguro y de protección en el que no quepan el daño ni el abuso.
La Convención sobre los Derechos del Niño de 1989 establece la obligación de los Estados de proteger a los niños frente a cualquier forma de violencia, abuso o explotación. Pero también hace un llamamiento a todos los que, de un modo u otro, forman parte de la vida de esos niños. En la escuela, en centros deportivos, en los hogares, casas de familiares y amigos, hagamos que todos estos lugares tan cotidianos para nuestra infancia sean entornos protectores donde puedan crecer y desarrollarse.
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