Carta de agradecimiento para alguien que no conozco
De mi parte, de parte de todos los que trabajamos en UNICEF, y en nombre de cada niño y niña que debe su vida a las vacunas.
© UNICEF/UN0517742/Poveda
24/04/2022
Se llamaba James Phipps. En 1796, cuando solo tenía ocho años, Edward Jenner le administró la primera vacuna moderna.
Esta vacuna lo protegía contra la viruela. Su creación fue posible gracias a las innovaciones que durante siglos habían introducido los médicos del Norte de África, las abuelas de Constantinopla y los médicos de la dinastía Ming de China, quienes buscaban formas de proteger a la siguiente generación contra las enfermedades y la muerte.
Conozco bien esa misión. Trabajo en UNICEF y, desde hace 75 años, somos el mayor comprador de vacunas del mundo y nos encargamos de vacunar al 45% de los niños y las niñas del planeta.
Sin embargo, yo también fui niña hace algún tiempo y, como muchos de los niños y las niñas con los que trabajo, probablemente hoy no estaría aquí de no ser por las vacunas. Por eso, esta es una carta de agradecimiento que yo y todos los que formamos parte de UNICEF escribimos en nombre de cada niño y cada niña que debe su vida a las vacunas.
Porque queremos dar las gracias
Gracias al virólogo Jonas Salk por la vacuna contra la poliomielitis. Gracias a Kati Karikó por dedicar su vida a la investigación del ARNm, que tanto nos ha ayudado en la lucha contra la COVID-19. Y gracias a Max Theiler, ganador de un Premio Nobel, cuyo equipo alimentó a mosquitos con su propia sangre con el fin de crear la vacuna contra la fiebre amarilla. Gracias a la enfermera Isabel Zendal que cuidó a los niños para que la vacuna de la viruela logrará llegar a América Latina y Asia.
Gracias a los trabajadores que rellenan los viales en las fábricas. Gracias a los diseñadores que elaboran refrigeradores solares para mantenerlos a bajas temperaturas. Gracias a los tripulantes de embarcaciones, los pilotos y los conductores que se atreven a cruzar ríos desbordados en la temporada de monzones, o que emprenden largas caminatas por la nieve para llevar a los bebés la primera dosis de su vida.
Gracias a los camellos de Pakistán, que cargaron con las vacunas el año pasado en la épica carrera para vacunar a más de 90 millones de niños y niñas contra el sarampión y la rubeola. Gracias también a los médicos y enfermeras que ponen las inyecciones con una voz graciosa para que no duelan demasiado. Y gracias a Elvis Presley, que en 1956 se vacunó momentos antes de salir al escenario para hablar sobre la poliomielitis, porque eso es lo que hacen los reyes.
Gracias a los “días de calma” en los que UNICEF organiza el cese de las hostilidades para vacunar a los niños y las niñas que se encuentran en zonas de conflicto. A Jim Grant, el Director Ejecutivo de UNICEF que en la década de 1980 ayudó a elevar la tasa mundial de vacunación infantil del 20% al 80%, y a la Organización Mundial de la Salud, que en 1966 puso en marcha el Programa Esencial de Inmunización y en tan solo 11 años eliminó la viruela de la faz de la tierra.
3 millones de vidas cada año
Cada año, las vacunas salvan la vida de casi tres millones de niños y niñas. Sin embargo, todavía hay quienes no tienen acceso a ellas.
A medida que invertimos en medidas para recuperarnos de la pandemia, nos encontramos ante una oportunidad única en toda una generación de crear sistemas de salud que lleguen al conjunto de la infancia.
Por ello, esta es una carta de agradecimiento para los tomadores de decisiones en gobiernos (los que se toman en serio la atención sanitaria), porque lo único que nos ha permitido llegar hasta aquí y lo único que nos permitirá seguir avanzando son las inversiones en una atención sanitaria que beneficie a todos. Gracias a todos los que apoyáis y hacéis nuestro trabajo posible.
Solo me queda una persona a la que dar las gracias: a ti. Esta carta de agradecimiento también va dirigida a ti, porque si te has vacunado o has llevado a tus hijos a vacunarse, formas parte de la cadena que nos mantiene a salvo.
Tú eres la prueba viviente de todo lo que la humanidad puede conseguir con dedicación, cooperación y amor. Por eso, de mi parte, de parte de todos los que trabajamos en UNICEF y en nombre de cada niño y cada niña que debe su vida a las vacunas, gracias.
Gracias. Gracias. Gracias.
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