¿Por qué hay que hablar de la salud mental de los niños?
En el Día Mundial de la Salud Mental, 10 de octubre, insistimos en que sigue faltando una estrategia específica, especialización e inversión en España.
08/10/2020
A muchos padres y madres les cambia totalmente la perspectiva cuando les explican por qué su hija de 6 años comienza a quejarse continuamente de dolor de barriga o de cabeza todas las noches nada más empezar 1º de Primaria. También cuando aprenden que el tic nervioso que ha tenido estos meses de confinamiento su hijo, está relacionado con altos niveles de ansiedad, miedo e incertidumbre.
La salud mental y la salud física de los niños y niñas están íntimamente conectadas, pero muchas veces se nos olvida; nadie nos lo ha contado o no queremos hablar de ello abiertamente, por miedo al estigma.
La mayoría de niños y niñas son muy resilientes, y son capaces de superar situaciones difíciles y estresantes sin desarrollar problemas importantes de salud mental a largo plazo. Pero, claro, necesitan unas mínimas herramientas para entender y elaborar lo que les pasa, paciencia, acompañamiento y cariño. Esto no está al alcance de todos los niños, de ahí que siempre sean más vulnerables los que no cuentan con entornos protectores ni en la familia ni en su centro de protección (si son tutelados) ni en el colegio.
El confinamiento tan estricto y el cierre de colegios debido a la COVID-19 que hemos sufrido meses atrás da buena cuenta de ello. Como han señalado los expertos, los niños y niñas que vivían en hogares azotados por el desempleo y la pobreza infantil, niños víctimas de violencia intrafamiliar (según la Fundación ANAR, aumentó un 10%), niños migrantes y refugiados o niños con problemas de salud mental preexistentes, han tenido que afrontar un mayor riesgo de malestar psicológico y de trastornos de salud mental.
Estamos viviendo circunstancias muy extraordinarias, y es totalmente normal que sigamos teniendo todos –también los niños y niñas– reacciones emocionales extraordinarias. Por ello hay que tener cuidado de no patologizar cualquier conducta o reacción. Ahora bien, el tiempo de exposición a todos estos factores estresantes continúa creciendo. Los riesgos están aumentando y por eso es más urgente que nunca detectar los problemas que hayan podido surgir y proporcionar un apoyo apropiado.
Consecuencias de la COVID-19 en la salud mental
Todos sabemos, porque lo sufrimos también en carne propia, que los niños y niñas en nuestro país siguen conviviendo con una serie de circunstancias y factores que ponen en peligro su salud mental y bienestar psicológico:
• Incertidumbre y miedo frente a las consecuencias de la pandemia en sus vidas y en la de sus seres queridos.
• Nuevas pérdidas de familiares y duelos.
• Distanciamiento físico de familiares y amigos.
• Reducción de espacios y posibilidades de realizar ejercicio físico (supresión de actividades extraescolares, cierre de parques, espacios acotados en los patios del colegio, imposibilidad de usar balones u otros elementos deportivos...).
• Riesgo de trastornos obsesivos por las estrictas normas higiénico-sanitarias.
• Sobreexposición a noticias inquietantes.
• Impacto en ellos del estrés y el miedo vivido por sus padres/madres/tutore.
• Cuarentenas y aislamientos.
• Aumento de los episodios de violencia intrafamiliar.
• Sobreexposición a pantallas y uso inadecuado de internet, redes sociales, videojuegos, etc.
Segunda ola de coronavirus: qué hay que tener en cuenta
El confinamiento puso de manifiesto de una forma especial las carencias que tiene nuestro sistema de salud mental y de apoyo psicosocial en lo que se refiere a la infancia y la adolescencia. Falta una estrategia específica, especialización e inversión.
Hemos aprendido ya cuáles fueron los errores que se cometieron en la primera ola y no podemos cometerlos de nuevo: insuficientes mecanismos de detección de casos graves y situaciones de violencia en los hogares; ausencia de posibilidades de esparcimiento mínimas para los niños; escasos canales telemáticos para acompañar a adolescentes y prevenir el suicidio; interrupción de tratamientos y terapias en curso; insuficientes campañas de concienciación; falta de acompañamiento a niños y familias en el manejo de las pantallas, videojuegos y redes sociales.
Pero no todo son malas noticias. Los colegios han reanudado recientemente la actividad presencial y esto es uno de los mayores salvavidas para el bienestar psicológico de nuestros niños y niñas. Los niños vuelven a sentirse y comportarse como niños, recuperan las rutinas, acceden al menos a una comida nutritiva al día en los comedores escolares, retoman las relaciones y aprendizajes entre iguales, aprenden, juegan, son protegidos frente a situaciones de violencia, etc.
Además de esto, hay parques infantiles que continúan hoy abiertos en ciudades españolas respetando las medidas de las autoridades sanitarias. El juego al aire libre, la actividad física no dirigida, el deporte, son elementos imprescindibles para el desarrollo físico, cognitivo y emocional de los niños, sobre todo en estos tiempos que corren, y sobre todo en ciudades con alta densidad de población y pocos espacios de esparcimiento alternativo al aire libre.
En esta nueva ola, el éxito depende de una acción igual de decidida que rápida a nivel político, dentro de un marco estratégico definido. En este sentido, desde UNICEF seguimos pidiendo:
- Que se aceleren los trabajos sobre la Estrategia Nacional de Salud Mental y los planes de salud mental autonómicos y locales, garantizando un capítulo o plan especial para la infancia y la adolescencia, y una respuesta a las necesidades urgentes que han surgido en el contexto de esta emergencia.
- Que se dediquen recursos económicos suficientes para avanzar en esta línea de forma sostenida en el tiempo, así como en políticas que disminuyan los riesgos de sufrir problemas de salud mental en la infancia: apoyo económico a las familias, medidas de conciliación, refuerzo de la calidad de la atención en los centros de protección de la infancia y a migrantes y refugiados, etc.
- Que se refuerce el papel de la atención primaria y de los colegios, se forme más a las familias, se lancen campañas y materiales, se monitorice el impacto de las medidas de control de la pandemia en la infancia, y se fortalezca con carácter permanente nuestra red de salud mental y de apoyo psicosocial, garantizando la existencia de especialistas en infancia y adolescencia.
El éxito en esta segunda ola también depende de ti y de mí. De que empecemos a hablar y pedir más atención a la salud mental de nuestros niños y niñas. Sin tapujos.