Claves del día a día para la protección de la infancia en los centros educativos
La aprobación en el Congreso de la LOPIVI para la protección de la infancia frente a la violencia, abre algunas reflexiones muy importantes para los centros educativos. ¿Qué papel tienen en la prevención de la violencia? Te presentamos algunas claves de acción.
1. Responsabilidades
Los educadores siempre han tenido un rol protector. Las responsabilidades derivadas de la protección de la infancia son inseparables de la función docente ya incluso antes de esta ley y ahora quedan reforzadas con la figura del coordinador de protección del centro. Asumir que la prevención de la violencia y la protección del alumnado forman parte de nuestra rutina diaria nos ayuda a integrar metodologías, herramientas y actividades de protección en nuestro enfoque educativo.
2. Clima escolar
La prevención de la violencia no es posible si no creamos un ambiente de relación interpersonal seguro en nuestro centro educativo. Es importante hacer del centro un entorno protector y cuidar el clima escolar.
3. Visión global
La escuela es mucho más que un edificio: forma parte de la comunidad de referencia de cada alumno, junto a su familia, sus amistades, su vecindario y otros grupos de personas e instituciones de su entorno. No podemos limitarnos a lo que ocurre dentro de los límites físicos de la escuela o el instituto. Nuestra labor educativa va más allá y tenemos que considerar lo que le ocurre a nuestro alumnado en conjunto.
4. Colaboración
Que el centro educativo haya establecido líneas de colaboración con otras instituciones responsables de la infancia en nuestro entorno nos ayudará a afrontar mejor los problemas que puedan surgir y a agilizar las derivaciones que sean necesarias. Algunos de nuestros aliados son los servicios sociales del municipio, la policía local, los servicios de salud y otros organismos competentes.
Cuando un problema surge, tenemos que estar preparados, identificando las situaciones de riesgo familiar o social y activando las líneas de colaboración que ya tenemos con el resto de instituciones implicadas. Además, es necesario identificar a los más vulnerables y dedicar un esfuerzo especial para garantizar su protección.
5. Interés superior
El interés superior de cada niño, niña o adolescente debe ser siempre la guía de cualquiera de nuestras intervenciones. Esto significa que, en caso de haber varios intereses en juego, se debe optar por la opción que más favorezca al niño o niña, por la interpretación de la norma que le sea más favorable y por el procedimiento que menos daño le cause.
6. Proactividad
Es fundamental que el centro cuente con normas y protocolos de prevención y protección conocidos por toda la comunidad educativa (tanto en lo referente a su contenido como en su forma de aplicación). Pero, aunque necesarias, si sólo nos quedamos en la elaboración de normativas será difícil avanzar. La proactividad es clave: emprender acciones preventivas con un componente práctico y adaptadas a cada contexto nos ayudan a integrar la protección eficazmente.
7. Conocimiento
Cada niño, niña o adolescente tiene derecho a conocer los riesgos de su entorno y a desarrollar las competencias que le ayuden a protegerse a sí mismos y a otros. Un enfoque didáctico de su derecho a la protección es fundamental.
El curriculum, además de contenidos teóricos sobre la violencia, el acoso, el maltrato o el derecho a la protección necesita incluir:
- El desarrollo de actitudes de paz, no-violencia, de defensa de la dignidad y de la promoción de los propios derechos y los de otras personas.
- La adquisición paulatina de competencias que capaciten al alumnado para relacionarse de manera respetuosa, no-violenta y orientada a generar espacios de diálogo y paz, como la empatía, las habilidades de escucha, la capacidad de negociación o la facilidad para vivir y trabajar en entornos inclusivos y multiculturales.
8. Participación
El logro de un entorno verdaderamente protector sólo será posible con la participación de toda la comunidad educativa y, muy especialmente, de los propios estudiantes. Habitualmente visualizamos la protección como un paraguas, pero en la práctica funciona como una red: mucha gente que asume su parte de responsabilidad para evitar que los niños, niñas y adolescentes de la comunidad sufran ningún daño.
Es importante que las niñas, niños y adolescentes formen parte de esta red porque fortalece sus competencias de prevención y protección, fomenta su sentido de la responsabilidad y, además, porque a menudo son testigos de la violencia en sus primeros momentos y su intervención puede ser clave para evitar su escalada. Para asegurar la protección en los centros educativos es clave escuchar a la infancia.
La Ley Orgánica de protección integral a la infancia y la adolescencia frente a la violencia (LOPIVI)
La aprobación en el Congreso de los Diputados de esta ley abre nuevas oportunidades para que los centros educativos contribuyan activamente a fin de la violencia contra la infancia: “las administraciones educativas regularán los protocolos de actuación contra el acoso escolar, el ciberacoso, el acoso sexual, la violencia de género, la violencia doméstica, el suicidio y la autolesión, así como cualquier otra manifestación de violencia comprendida en el ámbito de aplicación de esta ley”.
La ley reconoce a los centros educativos como parte del sistema de protección de la infancia e incluye la obligatoriedad de designar a una persona que ejerza las funciones de Coordinador de Bienestar y Protección del alumnado en cada centro educativo. Además, da especial importancia a las labores de prevención de la violencia.