A 5.000 kilómetros de casa, en Afganistán... y de su familia
Esta es la historia de Samira, una niña de 16 años que tuvo que huir de su país para iniciar una nueva vida lejos del conflicto.
05/11/2021
A Samira* no le gusta que la etiqueten como solicitante de asilo, nunca quiso ser refugiada. La realidad es que nunca pensó que se iría de su país. "En condiciones de paz, la gente no necesitaría salir de Afganistán", nos dice. Sin embargo, Samira está en Italia, a más de 5.000 kilómetros de su casa, pero sobre todo, a más de 5.000 kilómetros de su familia.
Los días previos a la salida de su país, desde el aeropuerto de Kabul, pasaron como un destello ante sus ojos. Todo comenzó en la noche del 15 de agosto de 2021, justo después de la cena.
La fuga de Bamiyán
Era domingo y Samira, de 16 años, estaba en su casa en Bamiyán, tomando un té con su familia. De repente, recibe una llamada de un amigo diciéndole que vaya a Kabul a coger un vuelo a las 5 de la mañana del día siguiente. El avance de los talibanes, ese pensamiento omnipresente en la mente de todos en esos últimos meses, se había convertido en una realidad: ya estaban a las puertas de la ciudad.
Samira no se llevó nada, ni siquiera su ropa. Se subió a un coche con su familia y comenzó el viaje de tres horas hacia la capital. Unos minutos antes de llegar, reciben la noticia de que los talibanes han tomado Bamiyán. Ese 15 de agosto es el día en que el grupo yihadista también entra en Kabul.
El vuelo desde el aeropuerto de Kabul
Es la primera vez que Samira ve a los talibanes y tiene mucho miedo. Ella y su familia se unen al enorme número de personas que esperan fuera del aeropuerto. Allí pasan tres días y tres noches, sin poder entrar, comer, ni dormir. Los talibanes custodian las puertas sin dejar pasar a nadie. La tercera noche, Samira entra en el edificio con algunos de sus amigos. Su familia trata de permanecer a su lado, pero se queda atrás, a las puertas, bloqueada por unos hombres armados.
Pasó otros tres días en el campamento militar estadounidense ubicado dentro del aeropuerto, hasta que logró subir a un avión del ejército italiano y voló a Islamabad, Pakistán. Después de unas horas, cogió un vuelo rumbo a Roma, Italia.
Su familia intentó por todos los medios entrar en el aeropuerto de Kabul, pero los vuelos de evacuación se detuvieron y no lo consiguieron.
Sola, a 5.000 kilómetros de distancia
Samira vive ahora en un refugio, en el norte de Italia, donde la conocimos a menos de un mes de su llegada a Roma. Vive en el centro con otra joven somalí, y se les unen todos los días otros chicos que llegaron solos a Italia a través del Mediterráneo o por la ruta de los Balcanes.
Está preocupada por su familia. Los llama todos los días y sigue continuamente, a través de Internet y las redes sociales, las novedades sobre la crisis en Afganistán. Las imágenes que ve y las palabras que lee le recuerdan constantemente que la seguridad está lejos de llegar.
Muchos de los que fueron a Kabul con la esperanza de abandonar el país sin conseguirlo, todavía están en la capital, en viviendas improvisadas y durmiendo en el automóvil o al aire libre. Entre ellos se encuentra su familia, que nunca regresó a casa. Ninguno de ellos tiene un trabajo en Kabul, ya que el tejido económico de la ciudad está muy tensionado, como resultado de la conmoción política y la ausencia de paz durante décadas.
Nunca conoció la paz
Su país ha sido destrozado por la guerra mucho antes de que Samira naciera. Para el pueblo de Afganistán, dice, la paz es como un sueño: que desean con desesperación pero que parece tristemente inalcanzable. "No creo que Afganistán vuelva a ser lo que era antes, al menos en un futuro cercano", dice Samira, "tal vez ni siquiera a largo plazo".
También está preocupada por sus amigos que, según ella, no podrán continuar la vida que tenían antes del reciente ascenso de los talibanes. La educación, según ella, es la clave para la igualdad y para tener una vida con oportunidades, y le preocupa que los talibanes no permitan que las niñas estudien.
A Samira le encanta la escuela, y especialmente las clases de inglés. "Las niñas tenemos metas, tenemos sueños. Si no estudiamos, ¿cómo podremos alcanzarlos?"
Fue el miedo a perder la oportunidad de hacer realidad sus sueños lo que le dio el coraje de huir con su familia ese 15 de agosto.
Samira sueña con ayudar a su país
"Si la situación mejorara, ¿volverías alguna vez a Afganistán?" Cuando se le pregunta, no está segura. Preferiría continuar sus estudios en Italia, porque, siendo una niña, es la única manera de continuar su educación.
"Quiero estudiar política", confiesa. "Es cierto que puedes ayudar a otros con cualquier profesión, pero en política puedes conseguir un cambio para todo un país".
Samira está decidida; después de la universidad, quiere regresar a casa y trabajar al servicio de su pueblo, estando en el gobierno o en una organización internacional, como Naciones Unidas. Recuerda con cariño el color azul de las mochilas entregadas por UNICEF a los niños de su ciudad.
"Las organizaciones internacionales ayudan al mundo", dice Samira. "Pero tarde o temprano quiero trabajar para el pueblo de Afganistán".
En UNICEF estamos junto a los niños de Afganistán
La dura realidad de Samira empaña sus sueños... y la verdad es que está sola en un país desconocido. "Es la primera vez que estoy lejos de mi familia", dice. "Cuando estaba en el aeropuerto de Kabul, siempre pensaba en ellos, y esto no ha cambiado en Italia".
Desde UNICEF seguimos apoyando al pueblo afgano. Y también estamos con aquellos que han huido del país, temiendo la violencia o la persecución. Tenemos el firme compromiso de continuar con nuestra labor a favor de los niños y las familias más afectados, y para ello hemos ampliado la respuesta a esta emergencia prestando servicios inmediatos que protegen a la infancia y salvan vidas.
*Samira es un nombre ficticio y la foto es de archivo para proteger la identidad de la niña.