Angola: aprender bajo un árbol
Post de Alicia Moreno, Responsable de Fidelización y Desarrollo de Socios y Donantes en UNICEF España.
Recuerdo con cariño cuando, de niña en la escuela, el maestro de ciencias decía: “¡Hoy vamos a dar la clase fuera!” Era algo excepcional que nos encantaba y rompía nuestras rutinas escolares. Pero ¿y cuándo tu rutina es recibir las clases siempre fuera? Haga calor, frío, llueva...
Los niños de la Escuela 2 de Março de Kuito en
Angola llegan todos los días a clase con su baby, su
pequeño taburete de plástico y con mucha prisa por coger el mejor
sitio en su “aula” bajo el árbol. No importa si es época de lluvias
o si el sol es implacable ese día: el profesor les espera con algo
parecido a una pizarra apoyada sobre el propio tronco o en alguna
pared cercana. A su alrededor, la comunidad sigue sus quehaceres
habituales: hay vendedores ambulantes, personas caminando de un
lado a otro, otros niños jugando, alguna bicicleta e incluso motos…Es difícil entender cómo estos niños pueden aprender en un
entorno así.
Pero incluso ellos se sienten afortunados frente a los
compañeros que reciben sus clases en aulas de chapa metálica. En el
interior soportan altas temperaturas, y sus caras se vuelven
somnolientas tras repetir una y otra y otra vez la tabla del
3.
Recientemente he tenido la oportunidad de visitar
programas de educación que UNICEF está desarrollando en
Angola para paliar los problemas de infraestructuras,
acceso y, no menos importante, de calidad de la enseñanza. La
Escuela 2 de Março es ahora una
Escuela Amiga de la Infancia que se está
beneficiando del
apoyo de UNICEF.
Hasta ahora ya se ha construido un nuevo edificio con 4 aulas
y unos baños separados para niños y niñas con agua corriente. En no
mucho tiempo, todos los niños de esta escuela podrán
cambiar sus árboles y sus aulas de chapa por aulas nuevasdonde disfrutarán de un entorno propicio para aprender.
Y, seguramente, las clases les serán más interesantes y
entretenidas gracias a los programas de formación del
profesorado también apoyados por UNICEF. No sólo
hace falta “construir escuelas bonitas” (como en
todas las que hemos visitado nos pedían); es
fundamental también garantizar una educación de
calidad para todos los niños.
Mi viaje a Angola me ha permitido comprobar cómo el
esfuerzo que hacen aquí los socios, donantes y colaboradores de
UNICEF, a través de sus aportaciones económicas,se transforma en el terreno en mejoras impresionantes en la
vida de muchos niños. En un futuro no muy lejano seguro
que algún profesor les propondrá dar la clase fuera y, ese día,
será para ellos una fiesta como hace tiempo lo era para mí.