COVID-19: ¿cómo deberían ser los campamentos este verano?
La desescalada trae a las familias dudas sobre cómo afrontar el verano y cómo asegurar el pleno desarrollo y el ocio de sus hijos en tiempos de coronavirus. Compartimos claves para que niñas y niños puedan contar con espacios protectores.
1/06/2020
María trabaja en una farmacia y Nico es médico en un hospital público, tienen 3 hijos y durante todo el confinamiento no han parado de trabajar y hacer encaje de bolillos con los turnos para no solaparse y poder cuidar, al menos uno de ellos, de sus hijos.
Gabriela es madre de una niña y hace años que no cuenta con el apoyo del padre. Ella trabaja limpiando casas y durante el confinamiento sus ingresos han caído drásticamente.
Para cada una de estas familias la llegada del verano, y la etapa de desescalada, tienen significados diferentes, aunque viven en el mismo barrio. Para María y Nico implica bajar el ritmo y poder cuadrar al menos una semana de vacaciones con sus hijos, aunque saben que, si hay un nuevo brote, no tendrán más opción que seguir trabajando.
Para Gabriela supone buscar nuevos trabajos para recuperar los ingresos perdidos y poder saldar sus deudas; además teme que la única opción que tiene su hija de 6 años de unas vacaciones, a través de un campamento de verano, ya no exista.
A pesar de que sus realidades sean tan diferentes, ambas familias, y muchas otras, se preguntan si sus hijos e hijas tendrán que seguir en casa durante los meses de verano sin poder disfrutar de espacios de recreación y de encuentro con otros niños y niñas, del aire libre, de la naturaleza.
Coronavirus: Desigualdades socioeconómicas, más visibles
La crisis de la COVID-19 ha abierto los ojos a toda la sociedad sobre desigualdades socio-económicas preexistentes: vulnerabilidad ante la pobreza, brecha digital, carencias en temas de conciliación y cuidado o de espacios recreativos accesibles para todos, entre otras cosas.
Lo que está claro es que nuestras vidas han cambiado, pero mientras los adultos al menos salíamos a la compra o a trabajar, los niños y niñas han vivido durante varias semanas un confinamiento más severo que el nuestro. Para ellos y ellas ha significado la ruptura total de su rutina y de los espacios de interacción presencial y, por ello, el momento actual nos desafía a repensar nuestras acciones en un contexto que percibimos como cambiante e incierto.
Ahora, el gran interrogante que nos plantea la desescalada y el período vacacional escolar es cómo encontrar el equilibrio entre el cumplimiento de las medidas sanitarias y de prevención para evitar un rebrote de coronavirus, y velar por el bienestar de la población, especialmente el de los niños, niñas y adolescentes, de forma que se garantice el cumplimiento de sus derechos.
Coronavirus: el juego es clave
Para dar respuesta a esta pregunta, lo primero sería priorizar medidas que garanticen el pleno desarrollo de los niños y niñas sin dejar a nadie atrás. Significa que todos los niños y niñas deben contar con los recursos y el apoyo necesarios para desarrollar sus potencialidades y capacidades, teniendo en cuenta los aspectos cognitivos, sociales, afectivos y físicos, interdependientes entre sí y con el mismo nivel de importancia.
Dentro del desarrollo, el juego y la recreación son elementos esenciales que ayudan a la estimulación, a la interacción con otros y al aprendizaje de habilidades sociales, además de impulsar la inteligencia y la creatividad. El juego es una herramienta clave para reducir inequidades y fomentar la inclusión e igualdad.
En periodos de emergencias como el que estamos viviendo, el juego y la diversión proporcionan estabilidad, esperanza y sentido de normalidad a los niños, niñas y adolescentes. Ayudan a quienes han sufrido traumas o pérdidas de seres queridos a canalizar sanamente el dolor, la tristeza y el temor.
Coronavirus: entornos protectores y campamentos de verano
Los niños, niñas y adolescentes necesitan interactuar con sus pares, jugar, moverse al aire libre, poder expresar sus emociones, y que sus decisiones individuales o grupales sean escuchadas para promover su desarrollo pleno. Los campamentos de verano pueden ser los espacios propicios para satisfacer estas necesidades, siempre y cuando sean pensados y creados como entornos seguros, protectores y accesibles para los niños, niñas y adolescentes , especialmente aquellos en situación de vulnerabilidad (y, por supuesto, que cumplan con las medidas sanitarias impuestas por las instituciones competentes).
Para UNICEF un entorno seguro y protector es un espacio libre de violencia, en el que todas las personas se rigen por el respeto a los derechos humanos, donde existe un trato afectivo y se tienen en cuenta las opiniones y emociones de los niños, niñas y adolescentes. Asimismo, un entorno protector es la condición imprescindible para garantizar el derecho de cada niño, niña o adolescente a su desarrollo pleno y a la protección.
Por ello, y con la intención de proponer algunas acciones y propuestas, hemos elaborado una guía con medidas muy concretas para crear espacios protectores de cuidado y recreación, teniendo en cuanto la situación actual de la COVID-19 y los cuatro niveles de los entornos protectores:
- Físico: los espacios deben ser diseñados teniendo en cuenta las necesidades de niños y niñas. Requerirán, además, medidas muy concretas que garanticen la seguridad sanitaria.
- Emocional: la distancia física, fundamental para evitar contagios, no supone una distancia emocional. Se puede mantener una distancia física siendo cálido emocionalmente. Debemos generar espacios en los que los niños, niñas y adolescente se sientan a gusto, seguros, que pertenecen y que pueden hablar con otros, niños, manteniendo siempre las medidas de seguridad sanitaria.
- Adultos conscientes: los adultos tienen la capacidad, entre otras cosas, de crear vínculos afectivos positivos desde la afectividad y el respeto, y de abordar los conflictos desde la disciplina positiva. Ponen su atención en mantener la mirada hacia los procesos emocionales y lo que puedan estar viviendo, ayudándolos a expresarlo e integrarlo.
- Protagonismo y participación de los niños, niñas y adolescentes: se les reconoce y ejercen su derecho a ser escuchados y a opinar en los temas que les afectan, tanto a nivel individual como colectivo.
Para crear estos entornos seguros y protectores se necesitan recursos, así como la coordinación y liderazgo de las administraciones públicas.
La administración pública, en todos sus niveles, tiene que asumir su rol como garante de derechos, para que todos los niños, niñas y adolescentes que viven en nuestro país tengan las mismas oportunidades para desarrollarse plenamente: no podemos permitirnos dejar a nadie atrás, más aún en medio de una emergencia como la actual.
Hoy, los hijos e hijas de Gabriela, María y Nico necesitan una respuesta urgente para asegurar su pleno desarrollo y gozar de un espacio de juego, recreación y esparcimiento durante el período vacacional. Para muchos niños, niñas y adolescentes, los campamentos de veranos son su única opción.