#PequeñasSoluciones: entrevistamos a Robin Nandy, jefe de Vacunación de UNICEF

“Nos estamos preparando para cuando llegue la vacuna contra la COVID-19, tratando de tener listas las dosis iniciales para los trabajadores sanitarios y las personas de alto riesgo”.

Imagen de Robin Nandy

10/112/2020

El doctor Robin Nandy (India, 1966) nos atiende por Zoom a primera hora de la mañana. Se ha reservado media hora para nosotros porque después inicia una frenética mañana de trabajo. Es una de esas personas que transmite una energía y entusiasmo sin límites.

El doctor Nandy lleva ya cinco años como asesor principal y jefe de Vacunación de UNICEF. Antes había sido responsable de Supervivencia y Desarrollo infantil de UNICEF Indonesia; director de la Iniciativa para la Erradicación Mundial de la Poliomielitis y epidemiólogo del Centro para el Control y la Prevención de Enfermedades estadounidense (CDC), entre otros cargos.

Repetimos a menudo que UNICEF es el mayor suministrador de vacunas del mundo, pero realmente ¿qué significa eso? Es decir, ¿cuál es la labor de UNICEF en el ámbito de la inmunización?

Es que eso es lo más importante, que somos el mayor suministrador de vacunas a nivel mundial, especialmente para los países de renta media y baja. No obstante, UNICEF no financia todas las vacunas; hay algunos gobiernos que también las compran.

Suministrar vacunas para el 45% de los niños y niñas del mundo cada año significa apoyar a los países y sus necesidades de vacunas, y estar también implicados en licitaciones y precios con los fabricantes. La realidad es que estamos involucrados en todo el proceso de implementación de los programas de vacunación, desde sus inicios en colaboración con la Organización Mundial de la Salud (OMS), pasando por la estrategia y su seguimiento en estos países, las áreas más técnicas –como la logística y cadena de suministros, y el apoyo para el almacenamiento en frío- y, finalmente, la coordinación en la entrega de las vacunas.

También es muy importante la labor que hace UNICEF de sensibilizar a la población sobre las vacunas, consiguiendo para ello la participación de los jóvenes. Finalmente, resulta clave el mantenimiento de alianzas, como por ejemplo la OMS y Gavi (la Alianza para la Vacunación), para todo el tema de la financiación y desplegar grandes iniciativas contra enfermedades como el sarampión y la polio, el tétanos materno y neonatal o la fiebre amarilla.

En España damos la vacunación infantil por sentada, pero en algunos países acceder a una vacuna es muy difícil. ¿Cómo trabajamos para llegar a cada niño, por muy lejos que esté?

Es importante que se sepa, por ejemplo, que la cobertura global de inmunización que protege a los niños y niñas con las 3 dosis de la vacuna DTP (difteria, tétanos y tosferina) es de un 85%, mucho más que cualquier otra intervención de salud infantil. Es cierto que esta cobertura se ha estancado, pero también lo es que cada año vacunamos a más y más niños y niñas.

Desde 2018 y hasta 2030 [fecha en que se cumple el plazo para alcanzar los Objetivos de Desarrollo Sostenible, ODS] la equidad en la inmunización tiene un papel central. Hay un 15% de niños y niñas (unos 20 millones) que están infravacunados y 14 millones que no recibieron ninguna vacuna en 2019; la mayoría de ellos viven en áreas rurales y remotas, pero también los podríamos tener delante de las narices en barrios urbanos marginales y en comunidades afectadas por conflictos, que no pueden acceder a las vacunas por la inseguridad y el miedo. Si conseguimos algunos avances en estas comunidades, podremos lograr grandes beneficios. Tampoco hay que dejar de lado el componente de género para llegar a la equidad que estamos buscando.

Las indecisiones, las percepciones equivocadas y la desinformación sobre las vacunas se tienen que abordar mediante la participación de la comunidad. Hay que ver si los niños y niñas que no han sido vacunados nunca, no han recibido tampoco ningún otro servicio de salud y si viven en las zonas más desfavorecidas.

Imagen de un palet de suministros

La pandemia ha colapsado los sistemas sanitarios de todo el mundo y ha afectado a la inmunización rutinaria y a las campañas de vacunación. ¿Qué riesgos corre la infancia si no se retoman a tiempo?

Lo que hemos visto en 2020, debido a la pandemia por COVID-19, son interrupciones en los servicios de vacunación; afortunadamente, podemos ponernos al día, en uno o dos meses, no se trata de una emergencia obstétrica. Pero se necesita un esfuerzo conjunto y una buena planificación. Ahora mismo nos preocupa más llegar a los niños a quienes les faltan vacunas, para contribuir así a cerrar las brechas de equidad. No obstante, ya se había producido antes de la COVID-19 un resurgimiento del sarampión entre 2016 y 2019 [las muertes por esta enfermedad aumentaron casi un 50%, según cifras recientes de la OMS], por lo que vamos a estar más vigilantes si cabe ante nuevos posibles brotes.

Actualmente hay una tendencia muy peligrosa: que no exista una percepción de amenaza porque el impacto de las enfermedades prevenibles en la mortalidad infantil es muy bajo. Por eso en algunos países de ingresos medios la cobertura de inmunización está retrocediendo, como en Brasil, México y Filipinas, pero los niños siguen naciendo… No queremos un brote prevenible con una vacuna.

No solo es difícil vacunar a los niños que están en lugares remotos, también a quienes viven en una situación de emergencia. Puede parecer que en medio de una guerra o de un desastre natural, cuando la prioridad es sobrevivir, una vacuna puede resultar algo secundario. ¿Por qué en una emergencia las vacunas también son fundamentales?

Porque a lo largo de la historia de la salud pública hemos visto cómo estos brotes de enfermedades prevenibles con vacunas causan una gran cantidad de muertos; por ejemplo, el sarampión ha tenido un impacto devastador. Los niños con desnutrición son los más vulnerables y el riesgo de mortalidad es enorme. El cólera se descontrola en el agua y estos grandes brotes dejan a muchas comunidades abandonadas a su suerte.

Desde mediados de la década de 1990, la respuesta de salud pública en primera línea pasa por trabajar muy estrechamente con los servicios de nutrición. En medio de una crisis humanitaria, tener que responder a un brote de una enfermedad contagiosa y a la emergencia en sí al mismo tiempo es complicadísimo. Esto es lo que queremos prevenir.

Todavía no hay fecha para la tan esperada vacuna contra la COVID-19, pero UNICEF ya se está preparando para ese momento. ¿Qué está haciendo la organización?

Nos estamos preparando para la llegada de la vacuna contra la COVID-19 tratando de tener listas las dosis iniciales tanto para los trabajadores sanitarios como para las personas de alto riesgo. Es muy importante conseguir ese equilibrio entre la introducción de la nueva vacuna y las vacunas rutinarias, y es lo que nos quita el sueño. ¡No podemos caer en la autocomplacencia! Tendremos que administrar esas vacunas junto a otro tipo de intervenciones. Por ejemplo, recientemente en República Democrática del Congo (RDC) hubo más niños que murieron de sarampión que personas de ébola.

¿Qué se siente al estar viviendo un momento en el que tu trabajo en vacunación en UNICEF es tan crítico para la salud y la supervivencia infantil en todo el mundo?

Es algo verdaderamente intenso. Por un lado, se trata de ponerse al día y recuperar el terreno perdido en cuanto a las vacunas que no se han puesto en estos meses de pandemia, y, por otro, que los sistemas de salud que se han visto afectados por la COVID-19 no colapsen por otras enfermedades prevenibles con vacunas.

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