Primeras impresiones de un trabajador humanitario en Erbil
Por Chris Niles, UNICEF
La historia de la ciudad de Erbil es larga. Su vida urbana empezó en el año 6.000 a.C., lo que la convierte en una de las ciudades habitadas más antiguas de la tierra.
Ha sido gobernada por los medos, persas, griegos, romanos y
otomanos. El último capítulo en su historia lo está escribiendo la
vecina crisis en Siria.
El Kurdistán iraquí, del que Erbil es capital, comparte una
parte de su frontera con Siria. Por ella están entrando entre 500 y
1.000 sirios cada día. Ahora mismo hay 200.000 sirios en
Irak, y calculamos que a final de año serán 500.000.
El gobierno kurdo ha donado el 20 por ciento de su presupuesto
a esta crisis. Gracias al petróleo, Erbil es una ciudad con dinero.
En las partes ricas de la ciudad, las casas son grandes y modernas,
los coches de último modelo circulan por unas calles bien cuidadas,
y las boutiques y los centros comerciales están llenos de cosas
caras. Los iraquís vienen aquí de vacaciones porque es un lugar
seguro.
ES IMPOSIBLE IMAGINAR LO QUE Los sirios HAn SUFRIDO
No hay forma de prepararse mentalmente para tu primera
visita a un campo de refugiados. Para aquellos que nunca
han tenido que vivir en uno, sencillamente no hay con qué
compararlo.
Tratar de comprender la magnitud de lo que la gente ha sufrido
es casi como insultarles. Sí, hace un calor insoportable y hay
polvo por todas partes, pero puedo volver al complejo de la ONU y
darme una ducha. Yo no he perdido todo lo que tengo. Yo
puedo volver a casa.
Mi guía en el campo de Kawergosk, al oeste de
Erbil, fue el coordinador de la emergencia de UNICEF Jorge
Caravotta.
Fuimos a una tienda en la que dos niños estaban tumbados sobre
un colchón. La niña parecía estar casi en coma, con los ojos
cerrados y la boca abierta. Las extremidades del niño
temblaban sin cesar y la madre le calmaba instintivamente.
Los niños tenían 9 y 10 años, pero parecían mucho más jóvenes
porque estaban desnutridos. Jorge, que es médico, examinó a los
niños.
Los padres describieron cómo eran los dolores de los niños, y
Jorge pensó que probablemente sufrían epilepsia. La madre nos
enseñó fotos de cuando los niños eran pequeños. La comparación
entre aquellos dos niños resplandecientes y saludables de la foto y
los dos cuerpos sobre el colchón que ni siquiera podían levantar la
cabeza, fue desgarradora.
No podía entender lo que decía, pero no me hizo falta:
tenía el dolor reflejado en su cara.
Los padres nos contaron que su médico en Siria les dijo que
redujeran la dieta de sus hijos a agua y galletas, y por eso
estaban tan delgados. Los pequeños codos del niño eran el punto más
ancho de su brazo.
POR QUÉ HACEMOS ESTE TRABAJO
Jorge prometió hacer lo que pudiera. Volveremos al campo esta
semana a repartir alimento terapéutico a los
niños, y a enseñar a los trabajadores cómo administrarlo.
Esperamos que así se recuperen.
No he estado en el campo mucho tiempo, pero estoy alentado por
las historias que me llegan de compañeros como Jorge. Sí,UNICEF está suministrando miles de litros de agua, miles de
toneladas de medicamentos y de material escolar. Ese es el
gran dato. Pero los pequeños datos también cuentan. Ayudar a unos
padres a que sus hijos recuperen la salud puede no parecer muy
significativo en relación con la magnitud de la emergencia que está
sufriendo la región, pero es importante a la hora de recordarnos
por qué hacemos este trabajo.