Vuelta al cole: cuando tu hijo no quiere volver a clase
Los bloqueos, cambios de humor, mayor introversión, dolores continuos de tripa o las excusas enrevesadas pueden ser un síntoma de alerta de que nuestros niños sufren algún problema de acoso, bullying o salud mental. Compartimos claves.
06/09/2022
"No quiero ir al cole". En estos días es probable que hayamos oído esta frase en casa con mayor o menor frecuencia. Cómo saber si es algo normal tras la vuelta de vacaciones, por el hecho de volver a la rutina y la pérdida de libertad que supone, o cuando detrás hay alguna situación que debe preouparnos.
Tras las vacaciones volvemos a la escuela, ahora sí, sin preocuparnos ya demasiado por la COVID19 que ha marcado de manera notable nuestras vidas y la de nuestros niños y niñas en los últimos cursos.
En cualquier caso, todos los inicios de curso son complejos, también para los adultos de la comunidad educativa. Los equipos directivos llevan semanas intentado organizar horarios y recursos de la mejor manera posible, el profesorado actualizando programaciones y actividades a las nuevas leyes y decretos, y las familias haciendo acopio de libros, material escolar, uniformes y cuadrando la agenda extraescolar.
Ante este primer momento de estrés a todos se nos puede escapar un “no quiero ir al cole”. Quizá los más pequeños manifiesten más ilusión en volver a ver a sus compañeros. Los más mayores es posible que hayan mantenido el contacto fuera del centro educativo y seguramente a través de las redes sociales y la tecnología y, por lo tanto, el mero reencuentro no sea estímulo suficiente para retomar todo lo que supone el regreso.
El cambio de compañeros en la clase, ir a un colegio nuevo, empezar el instituto, pensar en la EBAU/EVAU, junto a madrugar más, jugar menos y comprometernos con objetivos, son situaciones que pueden llevarnos a descubrir resistencias a la hora de retomar la actividad escolar.
En condiciones normales, tras un breve período de adaptación, somos capaces de superar esos miedos, reconocer que hemos crecido y que con trabajo y el acompañamiento adecuado podremos con los nuevos retos.
Ahora bien, si este bloqueo persiste o incluso se agudiza (cambios de humor, mayor introversión, dolores continuos de tripa, excusas enrevesadas, etc.) puede ser un síntoma de alerta de que algo no está bien.
Dificultades de aprendizaje no detectadas, excesiva autoexigencia o acoso
Dificultades de aprendizaje no detectadas, de adaptación, una excesiva autoexigencia o incluso situaciones de discriminación o de acoso pueden estar ocultas tras un grueso “no quiero ir”.
El aprendizaje sobre la expresión de las emociones es clave a lo largo de la infancia y la adolescencia para adquirir madurez emocional y proteger nuestra salud mental, y sin duda el arranque de curso es un momento especial.
Saber pedir ayuda es básico para atajar tempranamente cualquier situación no deseada y la comunicación con el centro educativo debe ser inmediata en estas situaciones.
Precisamente durante la pandemia tuvimos la oportunidad de comprobar al alto valor de protección que ofrece la escuela cuando en algunos casos la atención, la alimentación y la supervisión se vieron interrumpidas dando lugar a situaciones de vulnerabilidad que gracias a ella se superan.
Involucrar a toda la comunidad educativa en una cultura de no violencia
Aun así, hemos de mejorar. Para ello la Ley de protección integral a la infancia y la adolescencia frente a la violencia (LOPIVI), aprobada con un gran consenso, sienta las bases para trabajar en distintos ámbitos (uno de ellos es la educación), y ofrece medidas para prevenir y actuar contra la violencia sobre la infancia.
Es necesario involucrar a toda la comunidad educativa en una cultura de no violencia y buen trato que no tolere actitudes y comportamientos contrarios a los derechos de otras personas. El bullying, el acoso, la discriminación, las burlas y otras formas de violencia escolar no tienen cabida en una escuela que promueve la educación en derechos de la infancia.
El avance más destacado que aporta la nueva ley es el cambio de mirada de “qué ocurre en mi centro” a “qué les ocurre a los alumnos de mi centro” lo que posibilita esa actuación integral sobre la violencia.
La nueva figura de coordinación de bienestar y protección
Para garantizar que así sea, se crea la figura del coordinador/a de bienestar y protección en cada centro educativo y entre sus objetivos estará realizar una labor de prevención con toda la comunidad educativa y la de intervenir en episodios que precisen la intervención ordenada de la red interna del centro (equipo directivo, profesorado, orientación, familias y alumnado) y la externa (servicios sociales, sanidad, justicia y fuerzas y cuerpos de seguridad).
El buen trato no es únicamente lo opuesto al maltrato: para que exista buen trato no basta con que no haya malos tratos, abuso o negligencia. El buen trato hacia la infancia requiere de un esfuerzo activo por respetar los derechos de los niños y niñas, atender sus necesidades y facilitar que logren alcanzar su máximo potencial en la vida, pero además requiere la existencia de apoyo emocional, comprensión y el fomento de competencias que permitan a los propios niños y adolescentes entender la violencia y elegir formas de resolución pacífica de conflictos.
Mayor riesgo de problemas de salud mental
Los niños, niñas y adolescentes que sufren violencia tienen un mayor riesgo de padecer problemas de salud mental, como ansiedad, depresión o trastornos de la conducta. Del mismo modo, aquellos que tienen algún problema psicológico, neurológico o de desarrollo pueden sufrir estigma y ser objetivo de discriminación y violencia.
Atajar la violencia y la discriminación en el centro educativo es indispensable para abordar el bienestar psicosocial del alumnado con éxito. Esta tarea debe ser uno de los buenos propósitos para este nuevo curso, que nuestros centros educativos sean entornos protectores.
Las administraciones públicas tienen una responsabilidad fundamental en el desarrollo de esta figura, desde definir una formación habilitante para el buen desempeño de su función hasta dotarla adecuadamente de recursos. También las familias tienen un papel a la hora de ver cómo se realiza esta función en el centro y apoyar las actuaciones de convivencia y bienestar que se propongan.
Y para completar la foto, en un entorno global, esta realidad convive con la de que, aunque quieran, uno de cada cinco niños en edad escolar ni tan siquiera va a la escuela. Por conflictos armados, por desastres medioambientales, por ser niñas, por tener alguna discapacidad o simplemente porque la pobreza que sufren impide la mínima organización para llevarla adelante.
En UNICEF trabajamos en todo el mundo para brindar oportunidades educativas que doten a los niños y los adolescentes de los conocimientos y las destrezas que necesitan para sobrevivir. Puedes colaborar con esta causa.
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