Día Mundial de la Alimentación: ¿Qué cenamos hoy?
¿Ensalada de tomate y filetes de pollo? ¿O puré de calabacín y tortilla de queso?
A veces decidir “qué cenamos hoy” me cuesta. Una preocupación trivial y afortunada que, en realidad, no es tal. Yo puedo elegir. Millones de madres y padres en todo el mundo no tienen tanta suerte, y millones de niños y niñas en el mundo no reciben la alimentación que necesitan.
De hecho, en este momento, la situación es crítica en el Cuerno de Africa, el Sahel, y otros lugares donde la sequía, el alza del precio de los alimentos y los conflictos han llevado a una grave crisis nutricional y alimentaria que pone en peligro la vida de millones de niños, niñas y familias.
En este Día Mundial de la Alimentación, queremos contar que hay muchas razones para que esto cambie, y ninguna excusa válida para privar a un niño de sus posibilidades de crecer y desarrollarse plenamente. Cada vez más voces y más voluntades se unen para proclamar que el mundo que queremos será un mundo en el que todos los seres humanos, y en particular todos los niños, vivan libres de privaciones y disfruten del derecho a una vida libre del hambre y la desnutrición.
Una nutrición inadecuada durante los 1.000 primeros días de la vida de un niño y niña (desde el embarazo hasta los 2 años) puede acarrear daños permanentes. Actuar en ese periodo es urgente, a la vez que muy efectivo, para prevenir el retraso en el crecimiento asociado a la desnutrición crónica, que afecta a más de 149 millones de niños menores de cinco años en el mundo.
Se trata de una emergencia silenciosa que frena de forma irreversible su desarrollo físico e intelectual. Son 149 millones de niños y niñas en riesgo de ser menos fuertes, sanos e inteligentes de lo que podrían llegar a ser y, por tanto, más vulnerables a las enfermedades y las crisis y con menos oportunidades de labrarse un futuro mejor. La mayoría de ellos (9 de cada 10) se encuentra en África y Asia, en las zonas rurales y en los hogares más pobres. Tremendamente injusto, ¿no?
Si Adut o Akot no se recuperan de su desnutrición crónica, serán más propensos a ponerse enfermos, crecerán menos y les costará más aprender y completar su educación. Cuando crezcan y busquen empleo, estarán menos preparados y tendrán menos opciones para conseguir ingresos, lo que mermará sus posibilidades de salir de la pobreza, con lo que tampoco podrán contribuir en todo su potencial al desarrollo de su comunidad y su país. Aún más grave, tendrán una probabilidad mayor de morir antes de cumplir los cinco años, ya que casi la mitad de las muertes de niños por causas prevenibles está relacionada con las distintas formas de desnutrición.
Adut, Akot, y el resto de los 149 millones de niños con desnutrición crónica merecen toda nuestra determinación y esfuerzo para cambiar esta situación. Para lograrlo, UNICEF, los gobiernos, las familias, las comunidades y muchas organizaciones y entidades se implican para lograr para todas las familias:
- El acceso seguro y asequible a una alimentación variada, suficiente y apropiada para cada edad.
- La promoción de hábitos nutricionales protectores como la lactancia materna exclusiva hasta los 6 meses.
- Asistencia médica universal, que incluya controles prenatales durante el embarazo, asistencia al parto, control del niño sano, inmunización…
- Provisión de servicios adecuados de agua y saneamiento, y hábitos de higiene que prevengan episodios de diarreas que ponen en riesgo el estado nutricional de los niños.
- Educación de las madres y las niñas, ya que se ha comprobado que los hijos de madres con mayor nivel educativo presentan menores tasas de desnutrición.
- Redes comunitarias de agentes de salud que detecten casos de riesgo, orienten a las familias y fomenten habilidades para el mejor cuidado de sus hijos.
OBJETIVO: REDUCIR LA DESNUTRICIÓN
Actualmente estamos retrocediendo en algunos de los principales avances que habíamos conseguido en esta materia. El desafío es revertir esa tendencia para que en 2030 alcancemos el objetivo de poner fin al hambre y la malnutrición en el mundo.
Con la pandemia de la COVID-19, llegó, tras varios años de descenso, la mala noticia del aumento de personas que pasan hambre en el mundo, exponiendo así la debilidad de nuestros sistemas alimentarios. El cambio climático y los conflictos, y en particular la guerra de Ucrania, han complicado esta situación, aumentando de forma rápida y dramática el número de niños y niñas con desnutrición en países como Somalia, Kenia o Etiopía, entre otros.
Desde UNICEF trabajamos en todos los países para prevenir y tratar todas las formas de malnutrición infantil, ofreciendo a niños y niñas la oportunidad de crecer sanos, en cada etapa de su desarrollo. Nuestro enfoque integral incluye ámbitos como la educación, la protección social, el acceso a alimentos y a agua y la atención sanitaria.
Sabemos cómo hacerlo y lo estamos haciendo: desde 1990 hasta 2020 la cifra de niños con retraso en el crecimiento, aunque siempre escandalosa, ha bajado de 257 a 149 millones de niños, y el tratamiento contra la desnutrición aguda nos permite salvar muchas vidas. ¡Acabar con la desnutrición infantil es posible y juntos podemos conseguirlo!
Por cierto, ya he decidido. Esta noche puré de calabacín y filetes de pollo.
Alerta por hambre: El tiempo se acaba. Ayúdalos.
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